
“¿Y si envejecer fuera una cuestión que también concierne a los jóvenes?” A partir de esta pregunta comienza la reflexión de Arielle Galinsky, de 23 años. Estudiante entre Harvard y Yale, desde la adolescencia cuida de sus abuelos. “No es solo asistencia familiar — aclara — es una batalla cultural y política”. Para ella, construir una economía justa significa empezar justamente desde el cuidado.
Son millones los jóvenes que, como Arielle, viven este frágil equilibrio. Solo en Estados Unidos, más de 3,6 millones de chicos menores de 25 años están involucrados en formas de cuidado familiar: escuela, trabajo, sueños… y, al mismo tiempo, atienden a un padre, una madre, una abuela. Por eso Arielle fundó una red nacional, The Legacy Project, y lleva las voces de los jóvenes cuidadores a los espacios donde se deciden las políticas sobre el envejecimiento. “Cuando invertimos en una política del envejecimiento hoy, construimos un nuevo pacto social: basado en la justicia entre generaciones, en la equidad, en la posibilidad de que todos puedan envejecer bien.”
También en Portugal, en la región de Covilhã, otra joven mujer ha decidido comenzar desde aquí. Leonor Centeno tiene formación en gestión, pero hoy cuida de una casa rural con viñedo. Su idea nace al observar dos realidades que no dialogan: el envejecimiento de la población y la llegada anual de miles de estudiantes universitarios. Su proyecto es simple pero radical: crear una aldea intergeneracional donde estudiantes y ancianos puedan vivir juntos, compartir tiempo y espacios. “Imagino un lugar en el que las relaciones valgan más que la eficiencia, en el que envejecer no signifique aislamiento, sino presencia viva.” No una residencia de ancianos, sino una comunidad.


Al otro lado del océano, en Maputo, Mozambique, Nicolye Mondle tiene apenas 16 años. Catequista y locutora de radio, cada semana lidera los encuentros del proyecto TeenRosa, un espacio para adolescentes en busca de confianza y orientación. “Ayudamos a los chicos a conocerse. A nombrar las emociones, a distinguir las palabras de los gritos, el silencio del miedo.” Entre las actividades más queridas, una búsqueda del tesoro llamada Mission: Teenage Trailblazers. En cada etapa, una pregunta sobre elecciones y valores. Al final, cada participante construye su propio mapa del futuro. Una manera de aprender a cuidarse a sí mismos y a los demás. “Creo que todo cambio comienza desde dentro. Si aprendemos a escuchar, podemos convertirnos en adolescentes valientes, empáticos. Y quizá, un día, en mejores adultos.”
Tony Guidotti es investigador senior en la Harvard Business School, donde coordina The Ownership Project. Su trabajo parte de una intuición precisa: la estructura de la propiedad no es neutral y puede convertirse en una herramienta poderosa para construir una economía humana, capaz de sostener la dignidad, generar bienes relacionales y responder a los desafíos ambientales y sociales. Guidotti invita a redescubrir su potencial transformador: formas de propiedad compartida, fiduciaria o comunitaria pueden devolver centralidad a los lazos sociales. “Sin una reflexión profunda sobre la propiedad — explica — nunca podremos repensar de verdad la economía.”

Lo que une estas historias no es un programa común, ni un manifiesto para suscribir. Es el reconocerse, cada uno a su manera, en la invitación que el Papa Francisco dirigió a los jóvenes en 2019: “Dar un alma a la economía.”
De ese llamado nació The Economy of Francesco, un movimiento internacional que reúne a jóvenes economistas, emprendedores, estudiosos y activistas comprometidos en repensar la economía a partir de la justicia, el cuidado y la dignidad.
Este artículo es el primero de una serie que acompañará a los lectores hasta noviembre, narrando dieciséis historias de todo el mundo. Cada etapa estará dedicada a un tema: el cuidado, como en este primer capítulo, luego la ecología, los territorios marginales, el protagonismo femenino, la tecnología al servicio del bien común y las grandes visiones que interpelan nuestro tiempo.
Lì condivideranno storie, idee, soluzioni concrete, nate dal basso e radicate nei territori. Si ascolteranno, si confronteranno, e cercheranno insieme parole nuove per raccontare un’economia che non separa, non scarta, non sfrutta, ma custodisce la vita e genera futuro.
Allí compartirán historias, ideas, soluciones concretas, nacidas desde abajo y enraizadas en los territorios. Se escucharán, se confrontarán y buscarán juntos nuevas palabras para narrar una economía que no separa, no descarta, no explota, sino que custodia la vida y genera futuro.





