Soñar con los pies en la tierra (de la periferia)

por: Mariana Reis Maria and Tatiana Fleming

Vilson Groh es un sacerdote católico que vive en la colina de Mocotó, en las afueras de Florianópolis (sur de Brasil). En unión con otras organizaciones civiles, presta asistencia y promueve la coordinación a favor de la defensa y garantía de los derechos de la población en situación de vulnerabilidad. 

Desarrolla acciones educativas y socioasistenciales en la periferia del Gran Florianópolis y en Guinea-Bissau, África. El P. Vilson estará en Asís en el evento global EoF, durante la conferencia del día 23. Es por eso que en esta oportunidad hemos querido entrevistarlo y conocerlo más de cerca.

  • Estimado padre, los proyectos que ya se han hecho (en el estado brasileño de Santa Catalina) se hicieron a lo largo de estos tres años de caminar de la Economía de Francisco. Para empezar, padre, nos gustaría saber un poco más sobre usted. ¿Puede decirnos qué trabajo hace en la periferia de Florianópolis? ¿Cuánto tiempo lleva haciéndolo? ¿Cuáles son los proyectos que intervienen en su trabajo en las periferias?

Comencé a trabajar en las afueras del Gran Florianópolis cuando era estudiante de teología en 1979. Durante este período tuvimos en mente esta mirada de América Latina y el Caribe con el Documento de Puebla que hizo una opción preferencial, una opción por los empobrecidos y por los jóvenes. Asumimos esa opción y esa opción me llevó a buscar el espacio de la periferia como el espacio de un lugar teologal, social y místico, también desde el punto de vista de la inserción y encarnación de mi ministerio, dentro de las realidades de la periferia, en el área del Gran Florianópolis. Y luego entré en este proceso y me fui a vivir a una de las áreas donde vivo hasta el día de hoy. Han pasado cuarenta años desde que vivo en la periferia.

En todo mi ministerio sacerdotal he trabajado en la periferia. En los primeros años de trabajo y en relación con el problema territorial y el derecho a la vida en la ciudad y el ejercicio de la ciudadanía de quienes viven en las periferias, el primer paso fue rediscutir la función social del suelo en lo urbano. Y salimos de ahí discutiendo la función social, es decir, el derecho a la ciudad. El derecho a la ciudad está vinculado a estas tres des del papa Francisco, cuando le habló a los movimientos sociales, que son: el derecho a la tierra, el derecho al trabajo y el derecho al techo. Trabajamos arduamente durante la década de los 80 hasta el 2000 y regularizando, urbanizando y ocupando espacios desocupados para generar esta perspectiva de la vida, la tierra, el techo y la lucha por la dimensión laboral. Entonces, prácticamente trabajamos y seguimos trabajando en los territorios frente a este proceso de la gran desigualdad social que se vive en el país, desde el punto de vista de las relaciones entre centro y periferia. Y en estas relaciones entre centro y periferia, en las ocupaciones, en las urbanizaciones y en las discusiones sobre la construcción de estos territorios, en la búsqueda de pensar la función social de la tierra como una función procolectivo, entendiendo que los derechos del colectivo son superiores al derecho privado a la vivienda y a la tierra, y desarrollaron juntos, en la lucha del propio país, el movimiento por la vivienda, el movimiento de las personas sin hogar. Esto desencadenó, con el tiempo, políticas públicas de vivienda, el Estatuto de la Ciudad y todas las rediscusiones desde este gran hito, que fue también la Constitución del 88 y el proceso constituyente que asimismo fue un trabajo bien elaborado dentro de las luchas de los movimientos sociales.

Este es un trabajo que, en el campo social y en el campo de la lucha por el derecho a la ciudad, que hemos venido ejerciendo aún en la continuidad de los contextos de la vida de este país. Dentro de ese proceso, optamos por un trabajo de formación de pequeños grupos comunitarios, es decir, las comunidades eclesiales de base (CEB). Y a lo largo de mis cuarenta años de ministerio, mi trabajo se centró en la vida de la organización de pequeñas comunidades.

Mi forma de vida en este proceso está marcada por un texto bíblico que es Mateo 25, 31, que dice: «Tuve hambre, y me diste de comer, sed, y me diste de beber, fui peregrino, y me acogiste y me vestiste […]. Todo lo que le hagas al más pequeño de mis hermanos». Por ello, necesitamos entender las causas de Jesús, las cuales son nuestras causas y nuestras causas son mayores que nuestras vidas. Se trata de recorrer ese camino.

Desde la periferia y los territorios periféricos se rediscute, es decir, se buscan actores para rediscutir la estructura de la ciudad. Esta estructura que impregna el mundo urbano, los aspectos económicos y políticos, sociales y culturales.

  • Para que entendamos el llamado del papa a construir una nueva economía «realmada», ¿qué consejo les daría a los jóvenes economistas?

Creo que los jóvenes economistas tienen un papel importante porque son productores de conocimiento. La importancia para mí de los jóvenes economistas es manifestarse con los pies en la tierra de esos territorios para dejarse empapar por la realidad de los empobrecidos y entender la realidad desde los territorios empobrecidos. Desde los territorios empobrecidos territorialmente, desde el punto de vista de las grandes ciudades del mundo y, al mismo tiempo, de la gran periferia del mundo (que son los que no comen, los que no tienen agua potable, donde incide la fuerza del medioambiente, en esta estructura tan depredadora de la producción de capital) se ha de repensar el colectivo, es decir, la casa común como acceso por derecho.

Luego creo que los jóvenes economistas tienen un gran papel, porque donde están deben entender una opción por los pobres, que es la opción del papa Francisco, que es una opción evangélica, pero para el rostro de los pobres, quienes están empobrecido por el sistema capitalista. Desde allí donde están: dentro de las universidades, las instituciones, las empresas, pueden hacer ese vínculo con la realidad y ayudar a tejer la mirada de la sociedad en red. Creo mucho en el trabajo en red, porque el trabajo en red teje la trama de los hilos colectivos y ahí se compromete, y a partir de ahí trabaja en este pacto de poner y retomar la economía, una economía al servicio de la vida. Cuando hablamos al servicio de la vida, no es sólo el servicio de los hombres y mujeres empobrecidos, sino la vida entendida en el planeta, en la casa común, que comprende a todos los seres vivos. Es ahí en el documento de Laudato si’ donde el papa Francisco dice que «todo está interconectado» y la «dimensión ecológica» tiene que ser un nuevo paradigma para nosotros: el paradigma de interdependencia y el paradigma de repensar la Madre Tierra. El papa Francisco dice estas dos dimensiones de los gritos: el grito de los empobrecidos y el grito de la Madre Tierra, el grito más grande incluso porque ella es la desechada en los procesos de alienación y en la centralidad del proceso productivo.

¡No perdáis la esperanza, sino «esperanzar»! ¡Ser un joven esperanzador! Esperanzar en la visión del movimiento Paulo Freire. Esperanzar en la visión de la utopía de Jesucristo, como el gran humanizador y recordar cada acto, cuanto más humano, más vivo. Empaparse de esa realidad. Enamorarse de esa realidad con una profunda empatía y, a partir de ahí, tener una profunda compasión, trabajar con el placer de ayudar a reconstruir este mundo con todos los instrumentos y toda la producción de conocimiento que hacéis, y con todos los procesos de investigación al servicio de esta realidad. 

  • Hablando de inspiración, ahora nos sentimos muy inspirados y queríamos saber un poco más sobre ese proyecto de la casa de Francisco. Es un proyecto que se viene difundiendo en la Economía de Francisco desde sus inicios y nos gustaría saber un poco más sobre cómo surgió esta idea. ¿En qué consisten las casas de Francisco? ¿Nos pueden detallar un poco más?

La propuesta es que estas «casas» sean casas-laboratorio, insertadas en el contexto territorial y puedan tejer y provocar un proceso de reflexión en el territorio, una reflexión para la ciudad y una reflexión cada vez mayor del papel y la función política y el papel de las políticas públicas por ejemplo, el papel de las organizaciones sociales y la cultura de la solidaridad y la cultura de la reconstrucción de la ciudad.

Creo que san Francisco creó grupos allí en su día a día y Clara, que vino después de él, creó grupos también. Queremos actualizar en el mundo de hoy verdaderos espacios grupales y «casas» concretas donde los hombres puedan venir y hacerse presentes y trabajar su vida en esa perspectiva, reelaborando su proyecto de vida, reelaborando perspectivas de salida. Así que es una luz para los jóvenes de la periferia también. Creo que es el grito de los jóvenes de la periferia, mirando a nuestro país, donde sesenta mil jóvenes siguen muriendo asesinados anualmente. Es la gran pregunta de la muerte de la juventud negra. Es fundamental que creemos estas «casas» como faroles y dentro podamos trabajar en la cuestión mística, trabajar la cuestión social, cuestión política, cuestión económica, cuestión cultural. Esas casas, para mí, tienen que ser casas abiertas, casas «macroecuménicas», casas también para aquellos que no tienen ninguna reflexión del sentido… de la dimensión de la espiritualidad, que son ateos, por ejemplo; ellos también serán bienvenidos en estas casas. Queremos 

casas plurales, extremadamente abiertas, desde el punto de vista de su acogimiento. Siendo espacios de laboratorio, espacios de producción, espacios de «remojo» dentro de ese proceso.

Esta es ya una experiencia que se viene haciendo en estos cuarenta y un años y que ahora se está acumulando cada vez más en esa dirección, para que las personas puedan potenciar, sin duda, ese proceso. Y aquí creo que la juventud brasileña se está apropiando cada vez más de ese proceso. Y hacer, imaginaos, una gran red mundial de casas de Francisco y Clara y que pueda decir: «Puedo ir a Filipinas y dar un tiempo de mi vida allí», «Puedo ir a Europa y dar un tiempo de mi vida allí», «Puedo ir a África y dar un tiempo de mi vida allí», «Puedo ir a Centroamérica, América Latina y dar un tiempo de mi vida». Se trata de transnacionalizar esa presencia de la juventud y una juventud llena de ideales. Entonces creo que eso hará del mundo una gran perspectiva revolucionaria de reencantamiento de nuevo por la casa común. Creo que las casas de Francisco deben compartir esa inspiración: ser espacios sencillos, espacios que me ayuden a tocar en la esencia de la vida cotidiana y a despertarme cada vez más para ese compromiso, ese compromiso de que es posible, sí, reconstruir la humanidad. Pero reconstruyendo desde la base, lo que dice el documento Fratelli tutti (creo que en el número 78), donde el papa dice: «Empezar paso a paso desde la base, creando, generando para insertar allí la mirada abierta al mundo, y no la mirada cerrada y abrir horizontes». Así que es una oportunidad única para nosotros como jóvenes de este país… Y entonces el Papa dice algo muy importante: sois jóvenes, necesitamos vuestras piernas para correr, vosotros necesitáis nuestra sabiduría envejecida para tener luz y así no perdamos el rumbo».