Gracias, Francisco, por reanimarme… e invitarme a reanimar la economía

por Jesús Becerril González*

En mayo de 2019, mientras navegaba por Facebook, me topé con una invitación que cambiaría mi vida. Era una carta del Papa Francisco dirigida a los jóvenes del mundo: nos llamaba a “dar un alma a la economía del mañana”. No imaginé que ese mensaje, casi leído por casualidad, reanimaría no solo mi perspectiva profesional, sino mi vida entera.

Movido por una profunda ilusión, apliqué para formar parte del primer encuentro de La Economía de Francisco (EoF) en Asís. Recibí con enorme alegría la noticia de haber sido aceptado. Sin embargo, poco después llegó la pandemia, y con ella, la suspensión del evento presencial. Ese tiempo coincidió también con un diagnóstico que sacudió todos mis planes: me detectaron cáncer. Entre estudios médicos y tratamientos, la carta de Francisco comenzó a convertirse en algo más que una convocatoria; se volvió una llamada vocacional. Comprendí que para reanimar la economía, primero era necesario reanimar a las personas. Y entendí que su llamado comenzaba por reanimar mi propia historia de vida.

En noviembre de 2020, el encuentro se llevó a cabo de forma virtual, lo que me permitió participar aun en medio de mi proceso de curación. Fue una verdadera luz en medio de la incertidumbre.

Aunque aún convaleciente, me sentí fortalecido al escuchar las palabras del Papa que nos invitaban a inspirarnos en San Francisco de Asís y a despojarnos de “la tristeza dulzona de quienes viven solo para sí”. Aquellas palabras me atravesaron: me sentí llamado a mirar más allá de mis límites, a recuperar el sentido del “nosotros” y a construir comunidad en medio de las múltiples crisis que enfrentamos: globales, locales y personales. Esta comunidad global encarnaba aquella frase del Papa: “Nadie se salva solo”. La economía no puede transformarse únicamente con esfuerzos individuales, por muy valiosos que sean. Se necesita del “nosotros”. La EoF me regaló una comunidad de hermanas y amigos, unidos por el mismo anhelo de entregar nuestras vidas y talentos a la construcción de una sociedad más justa, inspirada en el Evangelio.

De todas las bendiciones que me ha dado la EoF, quiero detenerme en una: ser parte del legado del Papa Francisco. En sus mensajes —especialmente durante su visita a Asís en 2022— nos animó a no temer a los desafíos de nuestro tiempo, a no resignarnos ni volvernos indiferentes ante las heridas de la humanidad. Nos exhortó a ser hombres y mujeres de nuestro tiempo. Sus palabras y su coherencia de vida —especialmente su valentía— me reanimaron en mi sanación personal y me inspiraron a vivir con sentido, comprometiéndome con la transformación de mi entorno desde mi pequeñez y con los dones que Dios me ha dado. Así, busco contribuir al bien común, a la justicia socioambiental y a la superación de las profundas desigualdades en nuestros territorios latinoamericanos y caribeños. La EoF me mostró que mi vocación como investigador y docente universitario es también un servicio al Reino.

El Magisterio Social de Francisco ha sido para mí una profecía constante. Nos enseñó a no dividir, ni polarizar, ni odiar. Su coherencia y sus gestos —lavar los pies, abrazar a los enfermos, escuchar a los condenados, dejarse enseñar por los movimientos sociales y por las periferias— nos mostraron que el cristianismo no se trata de una superioridad moral, sino de un desprendimiento amoroso que brota del sabernos profundamente amados y misericordiados.

A quienes somos parte de la EoF, el Papa nos enseñó a ser hombres y mujeres de reconciliación, artesanos de paz. Nos llamó a denunciar con valentía toda forma de discriminación, explotación, violencia, descarte o injusticia que atente contra la dignidad humana y la creación. Pero fue más allá: nos invitó a dar testimonio con la vida misma, a renunciar al individualismo y a crear, junto con las personas en situación de vulnerabilidad, espacios de vida digna y futuros esperanzadores, reconociéndonos como hermanas y hermanos.

Gracias, Francisco, por tu mirada incluyente, por promover una economía que contribuya al desarrollo humano integral de todas las personas y de todos los pueblos. Gracias por invitarnos a ser una Iglesia de puertas abiertas.

Solo así es posible trabajar más allá de lo que aparentemente nos separa, uniendo nuestros corazones, mentes y manos para cuidar lo común, eso que siempre está amenazado: nuestra casa, la hermana madre tierra, la paz y nuestro sentido de pertenencia como familia humana.

Tu legado es un verdadero tesoro. Nos dejas el reto y la alegría de ser una comunidad profética que no se cansa ni teme mirar los desafíos de nuestro tiempo, de preguntar e investigar para trabajar y crear espacios donde la dignidad, la justicia y el bien común sean los principios de una sociedad con sabor a Evangelio. Quienes somos parte de la EoF, nos sentimos herederos de una semilla de futuro. Te fuiste, pero no nos dejaste. Nos acompañas en la memoria de nuestras decisiones, en el desafío de la coherencia de nuestras acciones, en la alegría de nuestra esperanza. Nos queda tu alegría, tu fe valiente, tu humildad, y tus tres palabras de despedida: “Sean testigos, no tengan miedo, no se cansen de esperar.” Y con eso, seguimos caminando.

Gracias, Francisco, por reanimarme e invitarnos a reanimar la economía.

*Mexicano. Miembro de la Asamblea de Jóvenes de la Fundación EoF.