Del Mastro: Las víctimas de trata de personas son víctimas de la economía actual

En el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas, entrevistamos a Nicolás del Mastro, un joven argentino que se dedica a esta causa desde la Fundación Alameda. Nos cuenta por qué el tema de la trata importa tanto en un entorno económico. «Ese sistema que pone en el centro al dios dinero, que lo que hace es alterar todos los procesos de producción, maximizar ganancias, lo que hace es valerse del cuerpo de las personas como un instrumento, como un medio, como una mercancía más y producir más dinero.»

Nicolas del Mastro es un joven de The Economy of Francesco (EoF) que participará en el Evento Global en septiembre de este año. Él es de Argentina y forma parte de una organización no gubernamental que se llama la Fundación Alameda, que hace 20 años viene trabajando en Argentina en distintos lugares de nuestro país la lucha contra la trata y la explotación de personas.

Nicolás: Hoy estamos cumpliendo algunas funciones en un área estatal de un organismo que impulsamos en su creación como a partir de una ley. Transitando todo este trayecto y en ese marco, sumándose nos también con este mensaje de una economía sin trata. Para nosotros forma parte del trabajo diario de este compromiso de la lucha contra la trata. Esta organización que empezó a través de una crisis económica muy grande que vivió Argentina en el 2001. Tras esa crisis se organizaron la continuación de algunos emprendimientos gastronómicos que había en la periferia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y esa continuación de la explotación de estos emprendimientos generaron espacios para garantizar seguridad alimentaria de las personas más vulnerables. Y a partir de ese diálogo empezamos a escuchar las historias de los hijos de la población migrante que atravesaba situaciones de explotación en talleres clandestinos textiles. Se empezó la denuncia y el trabajo de todos esos lugares contra las mafias en el territorio. Y en ese trayecto conocimos al cardenal Bergoglio en ese momento, hoy el Papa Francisco, acompañando el reclamo de las víctimas por justicia ante esas situaciones de explotación.

¿Hay, tal vez, alguna experiencia de cómo era en ese entonces la Fundación con el Cardenal Bergoglio al frente?

Nicolás: en ese momento el Estado no tenía una legislación, es decir, no había una persecución penal de estos delitos. La trata es un delito de crimen organizado. Y en Argentina se empezaban a organizar las instituciones del tercer sector o de las organizaciones de la comunidad que hacían acompañamiento a familiares de víctimas, se hacían reclamos judicializando estas instancias, entonces había mucha participación comunitaria en en una salida laboral ante esas situaciones dolorosa que atravesaban las las víctimas. Lo que primero se hacía en ese acompañamiento a familiares de víctimas era escuchar y reclamar justicia. Muchas veces el mejor signo para esas situaciones eran las misas. Misas por una comunidad sin esclavos ni excluidos, en donde el cardenal Bergoglio en ese momento era quien presidía. Muchas veces esas misas se hacían en alguna plaza muy significativa de la ciudad, donde las ofrendas eran desde los expedientes judiciales que no se movían, en una justicia inhumana. Y en ese momento, ese caminar que no lo hacía la política, que no lo hacía ninguna instancia estatal, sí lo hacía una iglesia, la iglesia más cercana junto con la pastoral de migrantes.

Esta entrevista se enmarca sobre todo en el contexto de la conmemoración del Día Internacional contra la Trata. Entonces, partamos de un campo común. ¿Cómo definimos la trata en estos momentos?

Nicolás: La trata y la explotación de personas, algunas las describen como la la esclavitud moderna, la esclavitud del siglo 21. Estamos hablando de un delito, de un delito transnacional, de un delito de crimen complejo, de crimen organizado. Así lo define el Protocolo de Palermo, un instrumento internacional que tienen los países y que la enorme cantidad de países del sistema internacional han ratificado y se han comprometido en la lucha contra una de las violaciones más graves a los derechos humanos. Es un delito que afecta a la dignidad humana.

Por eso hay algunas voces, como la del Papa Francisco, que plantean la imprescriptibilidad de este delito. Y tiene que ver con el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción y acogida de personas con el fin de explotarla, es decir, con el fin de obtener un lucro. Una acumulación mafiosa de capital que se produce del producido de los cuerpos, es decir, de personas que en un esquema de vulnerabilidad, ya sea por ser migrante, por su condición de género, por su falta de acceso a la educación, a la salud, están en un contexto de vulnerabilidad. A partir de eso se hace un control de su voluntad y se las traslada y ese traslado implica desproveerlo de todo su contexto afectivo y de residencia y de estar en una mayor dependencia de esa persona que lo trasladó.

Es reducirlo a una cosa, es desconocer la posibilidad que esa persona tenga identidad, tenga nacionalidad, tenga patrimonio, tenga libertad y que produzca dinero. Y tiene diversas formas. Como todos los delitos, la trata se adapta a la economía, al territorio y a la virtualidad (por ejemplo, hoy en día). La trata es un mecanismo de obtener recursos, ganancia a partir de una persona que es reducida a una cosa. La trata es una forma de violación de los derechos humanos, porque afecta la dignidad humana y no permite que una persona pueda ser libremente considerada como tal. Eso es en concreto el delito de trata. Es un mecanismo de maximización de las ganancias a partir de la explotación de una persona.

¿Por qué importa tanto la cuestión de la trata en un entorno de economía? 

Nicolás: Es clave porque en realidad cuando nosotros nos propusimos la necesidad de pensar, de trabajar y de hacer una nueva economía, una economía con rostro, con alma humana, también debemos ocuparnos de quienes son las víctimas de esa economía, es decir, estos descartados, esta cultura del volquete, como la define Francisco. Y así encontramos a las víctimas de trata, porque en realidad ese sistema que pone en el centro al dios dinero, que lo que hace es alterar todos los procesos de producción, maximizar ganancias, lo que hace es valerse del cuerpo de las personas como un instrumento, como un medio, como una mercancía más y producir más dinero. Es necesario que el centro no sea esa maximización de las ganancias. Si nosotros queremos una nueva economía, inevitablemente tenemos que pensar en una economía sin trata y para eso necesitamos comunidades justas, equitativas, sustentables, sin esclavos ni excluidos. 

La precarización laboral, la explotación infantil, la falta de autonomía económica para las mujeres que precipita estas instancias de explotación sexual, la situación vinculada a la captación que se hace a través de hoy de la virtualidad, con un montón de situaciones que lo que hacen es una economía que se aprovecha de ese contexto y que obtiene lucro, que acumula dinero.

Y necesitamos que modifiquemos de base, de fondo. Y eso es lo que nos habla la Laudato Si’. La Laudato Si’ viene a decir bueno, esto es un drama socio ambiental. El clamor de los pobres que plantean esta necesidad de una economía que no los instrumentalice, que no los utilice más.

¿Se podría hablar de industrias que se alimentan de la trata? ¿Cuáles son, cómo funcionan y cómo las podemos identificar? 

Sí, sin duda que hay un mercado vinculado a la ilegalidad, un mercado que es el ámbito propicio para que proliferen todos estos mecanismos. Ni qué hablar de todo lo que tiene que ver con dinero, fruto de los tres delitos más rentables del mundo. La trata es uno de esos tres delito más rentables del mundo, tras el tráfico de órganos, el tráfico de tejidos, el tráfico de armas, el tráfico de drogas, el tráfico de personas y la trata. Y bueno, y hoy ha aumentado con esta virtualidad. Y también encontramos en muchas cadenas de valor vinculada a la reprimarización de la economía. Esto que Francisco define en la Laudato como el sur global, proveyendo a la centralidad de materia prima, ese mecanismo extractivo. En esas cadenas de valor encontramos siempre algún eslabón que es fruto del trabajo esclavo, que está vinculada a la producción de alimentos, a la producción de indumentaria textil, a la informalidad en el mundo de la construcción, en la prestación de los servicios de limpieza de casas particulares, del cuidado de personas, a la gastronomía. Es decir, hay muchas. Ni qué hablar de las grandes cadenas de valor de extractivistas vinculadas a la minería.

Tiene que ver con el mundo del trabajo, tiene que ver con este nuevo mundo del trabajo que necesitamos que contemple las personas. No que lo que siga descartando. 

Ya que hablamos de cómo identificarlo ahora nos preguntamos también ¿cómo podemos acabar con esta lacra que mueve millones de dólares en oculto en todo el mundo?

primero la necesidad de entender que este flagelo que implica una expresión de crimen organizado no puede encontrar a los estados desorganizados ni a la comunidad desorganizada. Es decir, lo que necesitamos es que los Estados redoblen los esfuerzos a través de políticas públicas para garantizar la persecución y sanción penal de este delito. Pensando en desmantelar la estructura económica. Para eso es necesario: primero, el compromiso político institucional. Pero a su vez, la implementación de programas que permitan la reconstrucción de un horizonte de vida a las personas que sobreviven al delito de trata. Y en eso hay que pensar en tierra, techo y trabajo. Y obviamente, en lo que tiene que ver también en una comunidad que se comprometa y que diga «basta», que diga «no» a las mafias.

Nos encontramos a poco menos de dos meses del evento de Asís. ¿Quisieras dejar un último mensaje sobre la trata, o bien para los jóvenes que nos estamos preparando para para este encuentro en Asís, en el que sobre todo, adquirimos un compromiso por construir una nueva economía?

Sí, sin duda. Aquellos y aquellas jóvenes que respondimos esta propuesta a este llamado de Francisco a trabajar por una economía con rostro y alma humana, en esta necesidad del tiempo de hoy que nos toca vivir, en donde queremos ser protagonistas, porque el futuro entra al mundo por nosotros, como dice Francisco, y no comprar ningún buzón. Lo que queremos es trabajar por comunidades justas, equitativas, inclusivas, que garanticen tierra, techo y trabajo para no tener esclavos y excluidos. Y eso requiere del compromiso.

La necesidad de nuevas formas de producir, de consumir y de estilos de vida implican esto: volver a poner en el centro de nuestra relación con nuestros hermanos y nuestras hermanas, con la tierra, con la casa común, no pensando en la maximización de la ganancia y en el dios dinero como centro. El compromiso tiene que ver en ese sentido. Y para eso vamos Asís, para pensar y trabajar y hacer en una economía con rostro y alma humana.